En el ecosistema emprendedor chileno, la Empresa Individual de Responsabilidad Limitada ha ganado protagonismo entre los tipos de sociedades. La EIRL permite a una sola persona crear una entidad con personalidad jurídica distinta, lo que implica que responde con su patrimonio personal solo en casos excepcionales.
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Parece ideal para quienes desean iniciar un negocio sin asociarse, pero no todo lo que brilla es oro.
La EIRL es para ti si…
Entre sus grandes ventajas destaca la protección del patrimonio personal. Si el negocio quiebra, las deudas no arrastran a la casa ni al auto del dueño.
Además, la persona mantiene el control absoluto de su empresa: no hay socios que opinen o voten. He ahí su denominación individual.
El proceso de creación también es expedito y digital gracias a plataformas como la de sociedades en un día.
Y por si fuera poco, los trámites administrativos son más livianos que en otras figuras.
Sin embargo, esta forma jurídica también tiene sus trabas
La EIRL no admite socios, lo que dificulta incorporar inversión externa o dividir responsabilidades. Esto puede trabar el crecimiento de negocios con ambición de escalar.
Además, algunos bancos o instituciones financieras pueden considerar la EIRL como una estructura menos robusta, limitando el acceso a financiamiento.
En el ámbito tributario, tampoco siempre resulta la opción más conveniente. Dependiendo del nivel de ingresos, puede ser más ventajoso tributar como sociedad o incluso como persona natural con giro.
Por eso, antes de tomar una decisión, es clave analizar con detenimiento el tipo de negocio, las metas de expansión y las necesidades de capital.
La EIRL es una alternativa válida, pero no siempre la más estratégica. En este escenario, la asesoría profesional cobra relevancia: elegir bien la estructura legal desde el inicio puede marcar la diferencia entre un emprendimiento estable y uno lleno de obstáculos.
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