Muchas familias deciden emprender juntas bajo el modelo de «microempresa familiar». Esta es una figura legal atractiva para quienes buscan formalizar pequeños negocios en el hogar. Sin embargo, lo que comienza como una oportunidad para fortalecer la economía familiar y trabajar unidos, podría terminar siendo la causa de conflictos personales.
A veces, predecible; a veces, repentino. El dinero y los negocios, aunque necesarios, pueden transformarse en una bomba de tiempo cuando no se manejan con cuidado.
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La microempresa familiar: Una doble cara
Este tipo de negocio ofrece ventajas significativas.
- Permite a las familias iniciar actividades económicas sin grandes inversiones.
- Da paso para operar desde el hogar.
- Además, la ley chilena reconoce a la microempresa familiar como una opción legítima, otorgando beneficios tributarios y acceso a formalizaciones en el Servicio de Impuestos Internos.
Pero, ¿qué pasa cuando el negocio fracasa? O, peor aún, cuando el negocio prospera y no hay claridad sobre los roles y responsabilidades.
El dinero puede ser una herramienta de unión o de ruptura. Los problemas comienzan a surgir cuando no se define, desde el inicio, quién administra, cómo se distribuyen las ganancias o quién asume las pérdidas.
En muchas familias chilenas, los conflictos económicos se vuelven personales. La falta de acuerdos claros transforma lo que debería ser un impulso para el bienestar común en un terreno de peleas y desconfianzas.
Roles familiares, acuerdos inexactos
La microempresa familiar tiende a difuminar los límites entre lo personal y lo profesional. Cuando todos trabajan en la misma casa, las jornadas laborales parecen no tener fin y los problemas del negocio se cuelan en la hora de la comida.
Un error común es no asignar roles definidos.
A menudo, los lazos de confianza generan una peligrosa informalidad. ¿Qué ocurre cuando uno de los familiares siente que trabaja más que los demás, pero recibe lo mismo? ¿Qué pasa si alguien quiere abandonar el negocio o invertir en otra dirección? Aquí es donde los conflictos comienzan. El amor familiar, en muchos casos, no sobrevive a estas diferencias.
Según expertos en emprendimientos familiares, el 70% de estos negocios no supera la segunda generación.
La razón es clara: no existen acuerdos formales ni procesos estructurados. |
Es común que los hermanos, primos o padres piensen que «todo quedará en familia», sin prever cómo se manejarán los problemas.
En Chile, el Registro de Empresas y Sociedades facilita la creación de microempresas familiares, pero no garantiza que el negocio funcione. La clave está en la planificación y en saber separar la empresa de los vínculos afectivos.
Una discusión sobre dinero puede terminar rompiendo una relación que lleva años construyéndose. Muchas familias han vivido la amarga experiencia de perder no solo su negocio, sino también sus lazos de cariño y confianza.
¿Cómo evitar que el dinero rompa vínculos en la microempresa familiar?
La microempresa familiar no tiene que ser una sentencia de conflicto. La clave está en establecer acuerdos claros desde el inicio:
- Definir roles y tareas: Cada miembro debe tener funciones específicas y responsabilidades concretas.
- Formalizar acuerdos: Registrar el negocio y redactar acuerdos internos, aunque sea con asesoría básica, es fundamental.
- Separar lo personal de lo profesional: Las decisiones de negocio no deben tomarse en base a las emociones familiares.
- Transparentar las finanzas: Todos los involucrados deben conocer los ingresos, egresos y distribución de utilidades.
Una familia que emprende unida debe entender que el negocio es solo una parte de sus vidas. Si las reglas están claras y los límites se respetan, es posible no solo generar ingresos, sino también fortalecer los vínculos.
La microempresa familiar puede ser un sueño hecho realidad o una pesadilla que rompe lazos. Todo depende de cómo se maneje. En Chile, donde muchas familias confían en este modelo para salir adelante, es fundamental entender que el amor y el respeto deben estar siempre por encima del dinero.
Formalizar, planificar y dialogar son las claves para evitar que el negocio se lleve consigo lo más valioso: la familia.
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