Travis Kalanick es un nombre que, para la gran mayoría, no dice nada. No es una estrella. Sin embargo, en 2008, mientras él y Garret Camp intentaban conseguir un taxi en medio de una nevada parisina tuvieron una idea que transformaría de un solo golpe el transporte público. Puede que Travis Kalanick no diga mucho, pero el nombre de su empresa sí: Uber.
En menos de una década, Uber ha crecido de ser un servicio de transporte que operaba con dos autos en la ciudad de San Francisco, a una empresa con más de un millón de “socios conductores” con operación en más de 358 ciudades en 64 países.
No sólo es la expansión global… Uber es hoy el emprendimiento privado más valioso del planeta. Pero Kalanick ya era multimillonario antes de Uber. En 1998, poco antes de dejar la carrera de ingeniería en la Universidad de California Los Ángeles (UCLA) fundóScour, uno de los primeros servicios de redes Peer to Peer (P2P) para compartir archivos digitales, que quebró en 2000 tras enfrentar una demanda por violación de propiedad intelectual por 250,000 millones de dólares. Sin embargo, el empresario no se rindió y un año después, con el apoyo del mismo equipo de Scour creó Red Swoosh, otra plataforma P2P que fue adquirida en 2007 por Akamai Technologies por 19 millones de dólares.
Eric Schmidt, presidente del consejo de Alphabet (antes Google), definió a Kalanick en la revista Time como un “emprendedor serial”. Más que crear una empresa exitosa, Kalanick impulsó un modelo económico basado enteramente en la confianza. Así explotó la llamada economía de colaboración en la que herramientas de trabajo, mascotas o plomeros comenzaron a estar disponibles para renta a través de aplicaciones móviles.
Pese al descontento de prácticamente todos los gremios de taxistas de las ciudades donde opera el servicio y los cuestionamientos de los gobiernos por regular el servicio, los planes de Kalanick para cambiar la movilidad de la sociedad entera apenas comienzan. En 2015, Uber anunció una inversión de 5.5 millones de dólares para la Facultad de Robótica de la Universidad de Carnegie Mellon, responsable de la investigación y desarrollo tecnológico de los vehículos autónomos. El objetivo de Kalanick es simple: convertir el transporte en un servicio básico, como el agua. O como él mismo lo resumió: “Si estuvieras en un rascacielos y miras para abajo a todos los carros en las calles, queremos que todos esos vehículos sean Ubers, porque si lo fueran, el sistema de transporte sería mucho más eficiente”. Para Travis, el mundo tiene que ser conducido por una sola persona: él.
Fuente: Life and Style